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miércoles, diciembre 27, 2006

 

Padre

Ufff. No sé ni por donde empezar.
Ayer, o más bien anoche, fue una jornada intensa.
Mi viejo me llamó y me aviso que venia camino a mi casa a conversar. No era necesario decir más, era claro cual era el tema de conversación.
Sin saludos ni cortesías de ningún tipo empezó a hablar. A decir a lo que el venia, cual era su postura y en general a largar el discurso.
Yo al principio solo escuchaba, no lo ignoraba, pero seguía haciendo mis cosas. Prefería escucharlo y tratar de no emitir comentario, para que el dijera libremente lo que supongo tenia preparado y venia redactando en todo su camino hacia acá.
Luego llegó mi turno, empecé tímidamente, con preguntas, comentarios, ejemplos, tratando de no ser yo quien llevará la conversación.
A lo largo de esta, el tema se fue abriendo y cerrando muchas veces, no llegábamos a puerto nunca y esa es la principal conclusión, no llegamos a nada.
Él me dice que es así por genética, por formación, por lo que sea y yo solo quería que me pidiera perdón. Y el no encontraba motivo para pedirlo.
En todo eso nos dimos vueltas muchas veces y qué quedó al final? Nada. Solo la decisión de tratarnos con respecto, pero la convicción más clara de que el y yo somos entes totalmente ajenos y que por lo tanto más allá de un trato cordial no podremos tener nada más.
Este es un resumen bastante conciso de las muchas cosas que se dijeron, de la falta de cariño, de la falta de un lenguaje común, de una historia común, pero un resumen al fin y al cabo, no solo de anoche, sino que de nuestras vidas.

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