pastor

El placer.
Algo tan mundano como eso es lo que más me motiva en mis tiempos de ocio.
Y ojo, ocio no como algo negativo, sino que como un gran potencial de tiempo.
Pero volvamos al placer, siento que este debe movernos en todo sentido. Es más interesante que la ambición, que la necesidad, que la ignorancia. Es algo que nos puede mover sin afectar a nadie y si se mantiene de manera positiva, puede ser algo que solo genere buenas cosas.
Así es como un baño de tina, una cerveza bien helada en un día caluroso, un buen disco durante un largo viaje, o el roce con alguna textura agradable, pueden ser todas fuentes de placer.
Pero por muy mundano que suene esto del placer, no lo es. Se puede externalizar a todo campo de acción. El trabajo debe producir placer. Crear algo, llevarlo a cabo y ver los resultados de un trabajo bien hecho, también debe generar placer. Es un pequeño e inofensivo cariño al ego, ese ego que hay que mantener bien alimentado para que no se resienta y después se escape.
Generar placer en los demás también es un desafío interesante. Un trabajo muy fino, con mucho cuidado, que logre generar este tan remilgado placer sin ser mal interpretado.
Tan solo imagínense si todos nos dedicáramos a hacer sentir placer a los demás y a uno mismo por cierto, la sonrisa estaría más a flor de piel, estaríamos más sensibles, más estimulados y mas cómodos con la vida.
Piénsenlo, denle una vuelta, verán que el placer no es tan lejano y sí muy positivo.