pastor

Regreso a Valparaíso, eso haré este fin de semana. Más bien este puro sábado.
Tengo que ir a buscar a mi abuela, que se vendrá a pasar la Navidad con mi familia a Santiago, y yo como el nieto regalón me he ganado el privilegio de ir por ella.
Vamos, o mejor dicho voy, a aprovechar bien el día, quiero ir un rato a la playa, ir a caminar a los cerros del puerto, comer mariscos por ahí y luego ir a buscar a mi abuela, invitarla a un helado y agarrar camino a la capital.
Me gusta ir a Valparaíso, es una mezcla de recuerdos de infancia, un poco de bohemia, factor sorpresa a cada paso y sensación de un mundo paralelo. Soy como un turista sin serlo, ya que me manejo bastante bien. Trato de ser alternativo pero no lo soy, no me sale serlo, ni quiero tampoco.
Soy una contradicción ambulante que se abstrae de lo que pasa a su alrededor y es feliz por un rato. Mi propia Navidad, mi propia felicidad, mi propia vida, construida en la soledad, en mi anhelada soledad.
Como todo a lo que le pongo expectativas de seguro algo fallará, pero por ahora fantaseo.
Y miro la vida pasar, por supuesto.