lunes, marzo 26, 2007
El viaje, segunda parte
Paris
Todo lo que pueda decir de esta ciudad siempre va a ser poco. Simplemente me encanta y es por eso que aquí busqué y aproveché más que nunca mis tiempos libres, vale decir, salí solo a recorrer, dejando que ellas hicieran lo básico que no quería repetirme.
También fue el lugar donde la nostalgia comenzó a invadirme. No sé si fue la atmósfera de la ciudad o una actitud mía, pero acá la sentí y me sentí especialmente sensible a todo.
La pequeña navidad junta a mis amigas fue también una pausa frente a las relaciones de los tres que estaban un poco tensas a esas alturas. Habíamos acordado regalos entre nosotros, pero yo no les tuve, los entregué más adelante, no tuve el animo ni la intención de buscarlos en ese momento y a mi los regalos me nacen, no me puedo obligar.
Aproveché de conocer lugares nuevos, caminar mucho, ya sea leyendo, con música o simplemente pensando. Gocé de los parques y de los lugares con cierta emotividad ya sea implícita o supuesta por mi estado de animo ya comentado.
Abusé un poco de mi gusto por caminar y de mi capacidad de aguantar el hambre, valiéndome sólo de unos pocos cigarros al día y del desayuno y la comida que hacíamos a diario en el hotel los tres.
Lugares destacados fueron prácticamente todos por los cuales pasé. Evité sitios repetidos, caminé a lo largo de los Campos Elíseos íntegramente, conocí la parte de atrás de la torre Eiffel y sus alrededores, el arco de la Defensa que superó mis expectativas, el revisitado museo de arte moderno y la punta de la isla del Senna, sólo por nombrar aquellos que más rápido se me vienen a la memoria.
Me embalé con el libro, me reconocí en el y junto a la música hice que Paris fuera todo aquello que siempre he querido: un refugio para mi soledad.
Concluimos con un almuerzo en la casa de Alsacia el día 25 de diciembre tal como lo hizo mi papá antes con la mamá y conmigo. Qué le puedo hacer, después de todo soy demasiado sensible y apegado a ciertos ritos, tradiciones o señales emotivas.
Todo lo que pueda decir de esta ciudad siempre va a ser poco. Simplemente me encanta y es por eso que aquí busqué y aproveché más que nunca mis tiempos libres, vale decir, salí solo a recorrer, dejando que ellas hicieran lo básico que no quería repetirme.
También fue el lugar donde la nostalgia comenzó a invadirme. No sé si fue la atmósfera de la ciudad o una actitud mía, pero acá la sentí y me sentí especialmente sensible a todo.
La pequeña navidad junta a mis amigas fue también una pausa frente a las relaciones de los tres que estaban un poco tensas a esas alturas. Habíamos acordado regalos entre nosotros, pero yo no les tuve, los entregué más adelante, no tuve el animo ni la intención de buscarlos en ese momento y a mi los regalos me nacen, no me puedo obligar.
Aproveché de conocer lugares nuevos, caminar mucho, ya sea leyendo, con música o simplemente pensando. Gocé de los parques y de los lugares con cierta emotividad ya sea implícita o supuesta por mi estado de animo ya comentado.
Abusé un poco de mi gusto por caminar y de mi capacidad de aguantar el hambre, valiéndome sólo de unos pocos cigarros al día y del desayuno y la comida que hacíamos a diario en el hotel los tres.
Lugares destacados fueron prácticamente todos por los cuales pasé. Evité sitios repetidos, caminé a lo largo de los Campos Elíseos íntegramente, conocí la parte de atrás de la torre Eiffel y sus alrededores, el arco de la Defensa que superó mis expectativas, el revisitado museo de arte moderno y la punta de la isla del Senna, sólo por nombrar aquellos que más rápido se me vienen a la memoria.
Me embalé con el libro, me reconocí en el y junto a la música hice que Paris fuera todo aquello que siempre he querido: un refugio para mi soledad.
Concluimos con un almuerzo en la casa de Alsacia el día 25 de diciembre tal como lo hizo mi papá antes con la mamá y conmigo. Qué le puedo hacer, después de todo soy demasiado sensible y apegado a ciertos ritos, tradiciones o señales emotivas.
