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sábado, marzo 10, 2007

 

Vuelta

Hace un rato que no escribía, no por falta de inspiración sino de tiempo. Estoy en la época de los cartuchos quemados con todo. Es decir, tengo mucho trabajo y de ese tipo de trabajo que determina todo el resto de lo que yo haga en el año.
Y no me quejo, por el contrario, me gusta. El vértigo, las situaciones más extremas y adrenalínicas, estimulan mi mente y satisfacen mi espíritu auto flagelante.
De por si soy un tipo sedentario, entonces necesito de este tipo de situaciones para mantenerme más activo y no anquilosarme.
Sin embargo, este año las situaciones extremas han tenido otro componente, y ese es el humano, lo que no me agrada tanto. Fue momento de que mi empresa lidiara con aumentos pendientes, conversaciones, ambiente laboral y una serie de falencias que venia arrastrando. No fue fácil, ni lo dejará de ser. Muchos momentos de tensión, caras largas, amenazas, reacciones viscerales verbalizadas y un sin fin de situaciones que desviaron la atención y que aún no amainan.
La verdad es que soy un tipo muy sensible y me afecta lo que ocurre en mi entorno. Me puedo mostrar liviano y quizás frío, pero no puedo abstraerme de lo que van sintiendo aquellos con los que tengo que vivir día a día. Sé que laboralmente me debo a mis jefes y a mis empleadores, pero de la forma en que yo veo la sociedad me debo también a mis empleados y a todo aquel que permite que mi trabajo sea posible.
Lo cierto es que alguna vez dije que con lograr mejorar la vida de quienes me rodean me conformaba. Pero eso no está resultando del todo fácil. Pasa por un entendimiento más global de parte de las autoridades de la empresa. Pasa también por más compañerismo. Pasa básicamente por dejar de sentirse empleador y empleado y lograr ser socios en un proceso. Cada cual tiene su función dentro de la empresa, con diferentes niveles de responsabilidades, pero de todos se requiere compromiso y lealtad. Eso no se logra solo con un buen sueldo, también con condiciones de trabajo física y emocionales adecuadas. En eso cojeamos. Las metas, misiones y todo aquello a lo que aspiramos son nada si no logramos superar esas barreras que tienen a todos con caras largas y aburridos.

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