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lunes, octubre 01, 2007

 

Tiempo de Vivir

Tiempo de vivir de Francois Ozon es la última película que ha logrado emocionarme. Algunos pueden considerar que fue hecha para eso, pero qué importa, si el ser sentimentaloide de manera obvia no es tan malo de vez en cuando.
La película me gustó porque es pura, limpia, rápida pero con las debidas pausas, divertida en un modo sutil, profunda sin ser grave y a pesar de sus episodios de negrura es altamente esperanzadora. No trata de dejar un mensaje o, peor aún, una moraleja, sólo cuenta una historia, tal cual, sin convertir a su protagonista en un ídolo a seguir o condenándolo para imponer una visión. No, por el contrario, acá no se trata de enseñar nada, se da plena libertad para sentir, pensar y reaccionar como uno quiera. Y eso lo agradezco.
He escuchado comentarios donde califican la película de “muy gay” o de “la película gay…” y eso me parece liviano, básico, ignorante y, permítanme decirlo, estúpido. Claro, porque los excesos en los que cae el protagonista y los pasajes que muestran el ofuscamiento mental de este, son aplicables a todo tipo de personas, ya que solo quieren reflejar una reacción humana, visceral y emotiva frente al verdadero tema que persigue la película.
Ese tema es la vida. Esa vida que vivimos y que no siempre es la que queremos vivir. O esa vida que queremos pero que no necesitamos. Esa vida donde las metas y objetivos están difusos, donde no se trasciende y se cae en la inmediatez de las cosas. Cuando al protagonista se le diagnostica la enfermedad, cuando de manera real y no melosa se le presentan sus opciones y cuando este decide el camino que quiere seguir en sus últimos días, se refleja el verdadero mensaje de la película. Y ese es que en el fondo la vida de cada uno debe ser coherente con cada uno, y punto. Fidelidad a la esencia interna y a su propia historia.
De a poco se va llevando a cabo una despedida de todo y de todos, no como un lastimero adiós, sino mas bien como un aprovechamiento de lo que cada pieza significa en la vida. La estrecha comunicación con la abuela, la fría relación de cariño con sus padres y hermana, el adiós a una pareja que tiene mucho camino por delante, la ultima vuelta por aquellos escenarios más oscuros, entre otras cosas, son su manera de buscar esta esencia que al principio de la película está perdida y que con el tiempo jugando en contra es imperioso de encontrar.
Sin embargo, hubo un episodio que me costó entender, pero que al final me hizo sentido. Cuando se presenta la opción de tener un hijo embarazando a una mujer cuya pareja es estéril, dude de si en el fondo se quería dar un mensaje extremadamente poético, como que la única forma de trascender fuera a través de la descendencia. Pero el tema se trató, como toda la película, fríamente. No hubo sobre reacciones, ni mensajes filosóficos, tampoco una cosa moral o morbosa, solo escenas prácticas, de mucho dolor y sin embargo muy puras, que en mi caso personal dejaron una sensación de tranquilidad y de angustia. Así de contradictorio.Porque en el fondo esta película juega con la contradicción de una esperanza centrada en la muerte, de una luz que permite tratar de ser feliz y de un mensaje cotidiano que, de una u otra forma, a todos nos toca vivir.

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