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lunes, noviembre 05, 2007

 

Dos hermanas

Partiendo del hecho de que quiero mucho a mis dos viejos, no puedo negar que quiero mucho más a mi mamá. No tengo nada contra mi viejo, pero es con ella con la que tengo un lazo más fuerte y cariñoso. Así también, no me cabe duda que a pesar de que mi padre nos quiere mucho a sus tres hijos, es por mis hermanas por las que pena y muere. Claramente con ellas se le llena el alma y el corazón, las disfruta a cada cual en lo suyo y la cara de orgullo no la puede ocultar.
Es que mis hermanas son especiales y adorables, cada una en su propia dimensión por cierto. La mayor es como una flor y la menor como un chocolate relleno de trufa. Claro, porque mientras a la primera se le aprecia por su belleza y delicadeza, pero sin acercársele demasiado para no dañarla, a la menor uno la ve más como un placer mundano, más divertida, evidente y gozadora.
Una flor se mira, se disfruta de su sutil perfume y se agradece su presencia que lo ilumina todo, peor una flor no va por el lado de la pasión, va más bien por el lado de la delicadeza, de la hermosura, de la tranquilidad.
Un tentador bombón de chocolate, relleno con trufa en una situación especial, puede ser definitivamente un placer culpable. Es de esas cosas a las que uno, luego de una abundante y regada comida, no se puede negar. Es de esas cosas que te hacen levantar a media noche a buscar uno e irse con ese dulce gusto a dormir.
Pues ambas desde sus naturalezas me llenan. La mayor es 100 % oreja, compresión, calma, mucho apoyo. La menor es más impulsiva, divertida y coloquial, es de aquellas con la que a lo mejor uno no puede compartir una pena pero si una pasión.
Y ambas desde sus posturas me juzgan, me apoyan y me determinan. Me reflejo en ambas y las necesito a ambas.
He aquí entonces un pequeño homenaje para mis mujeres, que tanto quiero.

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