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lunes, mayo 26, 2008

 

Evelyn Matthei

De entrada debo reconocer que esta mujer en mi infunde un profundo respeto. Debo reconocer, al igual, que ese respeto hasta hace poco tiempo atrás era basado en el miedo y que ha evolucionado a un respecto generado por sus capacidades y su consecuencia al actuar. Dicho esto puedo empezar a escribir sobre una persona que en mayor o menor medida ha atravesado íntegramente el proceso de regreso a la democracia desde la oposición y que es por lo tanto una de las personas más recomendadas al momento de querer evaluar el rol del parlamento y de los dirigentes políticos en estas últimas dos décadas.
Recuerdo cuando en la elección de diputados del 89 era compañera de lista de Joaquín Lavín en un cupo RN, resultando electa junto a Eliana Caraball, formando un binomio femenino que poco se valoró en su momento. Luego el escándalo con Piñera y su salida de RN. Ese es un episodio de mezquindad política y claro ejemplo de que las reacciones histéricas no traspasan la barrera del tempo, y se podría considerar que a estas alturas es sólo un dato de la causa.
Una vez apoyada por la UDI se convierte en diputada por San Antonio, en lo que a mi juicio ha sido uno de los actos políticos más infortunados de esta mujer. Claro, porque más bien parecía que aprovechaban su imagen para ir en un distrito difícil, de paso cedía su zona a dos prometedoras figuras de la Alianza como fueron Allamand y Bombal, y cometía uno de los mayores pecados, a mi juicio, de la política: ser electa por una zona que de verdad no representa ni se siente representada por ella.
Siguiendo esta lógica de funcional hacia el partido, pasa a ser candidata al Senado, ahora por la cuarta región, saliendo electa cómodamente y reelecta años después. Tampoco veo mayor conexión de ella con la circunscripción, pero su figura potente, popular y aparentemente indestructible, le permite sacar adelante este desafío e instalarse cómodamente en la Cámara Alta.
En este punto debo reconocer una inconsecuencia mía, a pesar de lo crítico que soy con este movimiento de personas entre los distintos lugares donde haya una elección, en el caso de Matthei tiendo a obviarlo. Lo que me pasa acá es que creo que ella, al margen de las profundas diferencias de forma y fondo que tenemos, es un aporte a la actividad política nacional. Dice las cosas de frente, sus posturas son argumentadas, se desmarca de su partido o su sector si cree de verdad en lo que sostiene y no teme las consecuencias, es disciplinada, a su vez que reconocida por todos sus pares como la más matea del Senado y además como ya dije lleva un bien tiempo metida en el cuento y es por ende una especie de referente de la oposición en democracia.
Claro que esta mujer no será presidenta del país, su sector en realidad es muy machista aún, ella misma también lo es, le falta ser más dulce y acogedora en la percepción popular, a pesar de su claridad mental muchas veces más parece un caballito de batalla que una figura aglutinadora de voluntades. Le tocó estar en la vereda de los que son líderes sin ser de la simpatía de todo el mundo. Su rol entonces a lo mejor está en dar un golpe en la mesa y asumir el desafío de ser la cabeza de la UDI, un partido que debe dejar de pensarse a si mismo como un club de Tobi seguidores de Jaime Guzmán y verse más como un activo partícipe de la actividad política nacional que debe generar propuestas y respuestas para todo y todos. Como ella es profundamente leal con su partido, pero también es muy inteligente, sería capaz de ordenar a los militantes, dar imagen de seguridad, no caer en la pelea barata y dar a su partido, ya sea como parte del gobierno o de la oposición, un rol más estratégico y con mirada de futuro.Repito, yo no comparto como ella piensa, y creo que eso es lo mejor de todo, ya que su frialdad y dureza en un régimen no democrático, como el que ella apoyó, no tendrían espacio, pero en democracia ha encontrado un espacio donde mantener su consecuencia a flote sin juicios de valor, sólo con el peso de sus argumentos.

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